Creo que debe haber muchas Marisabel en el mundo: jóvenes que quieren tomar una decisión sobre lo que harán en el futuro, porque prácticamente la sociedad los obliga, pero la incertidumbre bloquea la posibilidad de ver todas las opciones. A mí me preocupa mucho lo pronto que exigimos a nuestros jóvenes que decidan qué hacer el resto de sus vidas, precisamente en una etapa conflictiva y confusa como lo es la adolescencia. En la adolescencia la opinión de los padres, y de los adultos en general, tiene menos importancia que la de los pares, quienes a su vez se encuentran en una situación muy similar a la cualquier joven.
Además, cuando se trata de tomar una decisión tan importante, como la profesión, la ansiedad, el miedo, los compromisos y la deseabilidad social pueden bloquear los verdaderos deseos. Esto sin contar que los adultos (padres, profesores e incluso orientadores) no necesariamente saben cómo actuar ante adolescentes confundidos. Y aunque el joven debe ser quien decida, está constantemente influenciado por los otros.
López y Rivas definen madurez como un reconocimiento honesto de uno mismo, lo cual se plasma en adaptabilidad resultante de la exploración de limitaciones y oportunidades a partir de la experiencia, expectativas y opciones que el medio ofrece. Desde mi punto de vista, lograr esto a los 17 años es demasiado ambicioso. A esto hay que añadir que, por sus características, los jóvenes viven el presente, y para seleccionar la ocupación es necesario visualizarse a largo plazo, no como un estudiante de X carrera sino como una persona que se va a dedicar (trabajar) a ello. Por eso creo que muchas personas cometen el error de elegir algo para “estudiar” y no para “vivir”.
Tal como lo plantean López y Rivas, creo que ante problemáticas similares, el papel del asesor debe ser:
-Clarificar el problema.
-Favorecer la búsqueda de alternativas en fuentes confiables de información.
-Evaluar intereses, aptitudes, expectativas.
-Devolución integrada de la información.
Ante la incertidumbre, la complejidad, el conflicto y las exigencias que perciben los jóvenes, tienen pocas oportunidades de hacer lo que los hará felices, porque probablemente aún no lo saben. Si tomar decisiones simples es difícil, aún más lo será algo tan importante como todo lo que tenga que ver con el tan esperado (e incierto) futuro.
En el caso presentado me parece que el servicio de bienestar estudiantil sigue un plan de acción que permitirá abordar temáticas muy importantes para el caso: evaluación de aspectos importantes para tomar la decisión (aptitudes, intereses) y su respectiva devolución, así como guiarla en la búsqueda de información de diversas fuentes (otras personas, situación económica, necesidades personales, apoyo de los padres) que le permitan conocer y decidir. Obtener información reduce la incertidumbre, siempre que se pueda manejar la cantidad de datos, entonces la información debe dosificarse y presentarse de modo ordenado. En otros casos, puede ocurrir que el joven haya investigado mucho y cuente con exceso de datos, pero no pueda organizarla. Ahí está la labor del asesor.
Además, tomando en cuenta que los padres no están involucrados en el proceso que vive Marisabel es muy importante que cuente con el apoyo de este servicio, sobre todo porque la ausencia de los padres (por problemas entre ellos) puede generar conflictos personales en Marisabel. En la situación de Marisabel se observa la importancia de ver a la persona como un todo, porque aunque el tema vocacional es diferente al familiar, ambos estarán muy vinculados en la joven. Como hemos venido comentando en las semanas anteriores, la capacidad de integrar todos los elementos es muy importante y necesaria.
¿Cómo lo ven ustedes?
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